LOS ALCANCES DE LA VICTORIA DE DUHALDE

LOS ALCANCES DE LA VICTORIA DE DUHALDE

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/47035-

La victoria de Duhalde en el plebiscito de la provincia de Buenos Aires significa sin duda un reforzamiento del gobierno menemista y del régimen político patronal en general. Por eso, su reelección fue apoyada por la totalidad de los grupos capitalistas sin excepción, incluyendo aun a los más virulentos críticos del “plan” Cavallo. También la burocracia sindical apoyó al gobernador con una profusa propaganda de televisión. Dentro del arco de la burocracia que apoyó a Duhalde se inscribió también la UOM y hasta el “opositor” Ubaldini, lo que significa que una parte del MTA se puso a favor de la reelección. Los adversarios de la burocracia cegetista, en especial el CTA, no abrieron prácticamente la boca durante toda la campaña. Hay que tener en cuenta, después de todo, que en algunos asuntos, como el futuro de los Astilleros de Río Santiago, existe entre Duhalde y la burocracia de ATE un acuerdo bastante amplio. La importancia de la victoria de Duhalde radica, por sobre todas las cosas, en los altos porcentajes que obtuvo en distritos como La Matanza, Moreno, Florencio Varela o Esteban Echeverría. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en todas las elecciones anteriores, el peronismo perdió en San Nicolás, la “patria” de Naldo Brunelli, el entregador de Somisa. Ha tenido que pasar un cierto tiempo para que el electorado pudiera apreciar las consecuencias funestas de la “privatización”.

Los resultados del pasado 2 de octubre, sin embargo, revierten sólo en parte la tendencia declinante del menemismo y de Duhalde que se manifestó el pasado 10 de abril. Considerando el 26 por ciento de abstenciones y el 3 por ciento de los votos en blanco, el 61,5 por ciento que obtuvo el reeleccionismo el domingo pasado sobre el total de votos positivos, se transforma en un 43 por ciento del total del padrón electoral. Hay que tener en cuenta, por otro lado, que en esta ocasión la posición reeleccionista fue apoyada por el Rico, en el Modin, y por los alfonsinistas, en la UCR (Massaccesi, el “pollo” de Angeloz y de Alfonsín, llamó abiertamente a votar Sí).  Si se le descuentan al bloque reeleccionista los votos que en las elecciones pasadas sacaron quienes apoyaron el domingo a Duhalde, el porcentaje específicamente justicialista se reduce al 30-32 por ciento. Esto explica por qué Duhalde fue tan remiso en convocar a un plebiscito y por qué, luego del domingo, se ha comenzado a hablar de la necesidad, por parte del justicialismo, de llegar a un acuerdo político con el Modin y con Alfonsín o Angeloz para las elecciones de mayo próximo.

El análisis anterior demuestra que la importancia del plebiscito no  residió  en la adhesión electoral que obtuvo Duhalde, sino en la capacidad  de éste para imponer una derrota política a sus opositores, explotando las contradicciones internas de éstos e incluso cooptando a una parte (Rico, Alfonsín, Ubaldini) para su política.

De un modo más general, el duhaldismo ha logrado ejercer un arbitraje en la explosiva situación social de la provincia, impidiendo el desmadre de la lucha de clases, en abierto contraste con lo que ocurre en tantas otras provincias. Constituyen ejemplos de ese arbitraje su intervención en el conflicto de Astilleros, cuando fue ocupado enérgicamente por sus trabajadores; en los conflictos de los vecindarios “colgados” con Edenor y Edesur; en los casos de ocupaciones de terrenos, y finalmente, con la llamada “obra pública” que, además de proveer enormes beneficios a la “patria contratista” de la provincia, significó un gasto por cada votante duhaldista de 170 pesos por año. Más recientemente, Duhalde prometió convertirse en vocero de los reclamos agropecuarios ante Cavallo y desde ya en invertir una parte de los fondos del Banco Provincia en la refinanciación de deudas. Duhalde se ha empeñado en una política de arbitraje, no en solucionar problemas, que se agravan de día en día, en especial la desocupación, y lo ha hecho gastando sumas de dinero que no podrá mantener en el tiempo. Desde un punto de vista electoral, Duhalde es un gobernante hipotecado; de aquí que los elogios que las patronales y los alcahuetes prodigan a su gestión no sean más que palabra hueca.

Fracaso opositor

Resulta sorprendente observar la competencia entablada entre los opositores, como Alvarez y Storani, para adjudicarse el éxito por los resultados que obtuvo el No el domingo pasado. Pero no porque, como dice Menem, resulta ridículo disputarse la paternidad de la derrota. Lo que importa es que el domingo pasado se asistió a la completa división del triunvirato anti-menemista que fuera anunciado hace algunas semanas en una confitería del barrio Congreso. Storani, Bordón y Alvarez hicieron rancho cada uno por su lado. Incluso Solanas no apareció por la provincia en las dos semanas de campaña, lo que no le impidió acusar de esta misma falta a su colega de bancada, José Octavio Bordón. Storani denunció, de su parte, que Alvarez había favorecido a Duhalde al anunciar que una parte del electorado que el 10 de abril había votado por el Frente Grande, no iba a votar por el No. Alvarez también acusó de otras cosas a Storani. Los aliados “sociales” del Frente Grande no se hicieron ver. Una parte del MTA votó por Duhalde; Volando hizo un acuerdo con Duhalde pocos días antes del plebiscito y se enfrentó violentamente a dos economistas del Frente Grande en las páginas de Página 12; los dirigentes del CTA dieron ausente sin aviso.

El plebiscito del domingo marcó un fracaso descomunal en aspectos más estratégicos de parte de la oposición, que ésta alegremente se empeña en ocultar. No solamente Duhalde consiguió la reelección, y de paso la vía libre para privatizar Eseba y la Caja del Banco Provincia, reforzando aún más la “caja” del clan bonaerense; no sólo logró esto, sino que además impuso la reforma clerical de la Constitución provincial, una vez que obtuvo la alianza con todo el Modin sin excepción; esto explica, digamos de paso, el importante apoyo de todos los sectores del clero a la reelección de Duhalde. Pero todos estos desastres tienen su origen común en la complacencia y colaboración del Frente Grande con la reforma de la Constitución nacional, que es lo que habilitó el éxito de la política de Duhalde. En su corta existencia, el Frente Grande ha resultado ser una verdadera desgracia para el pueblo; no en vano debutó votando el envío de la gendarmería a Santiago del Estero. Mucho más importante aún, si esto fuera todavía posible, ha sido el freno impuesto por la burocracia del CTA-MTA a la continuidad de la Marcha Federal, en gran parte a instancias del Frente Grande o con el pretexto de respaldar su progreso electoral. El freno impuesto de este modo a las movilizaciones populares ha sido un factor de primer orden para facilitar a Duhalde la posibilidad de éxito de su política de arbitraje entre las clases. El CTA insiste en esta política de derrota, ahora, al llevar la lucha de los científicos y trabajadores de la CNEA y del Conicet a la vía muerta de un petitorio completamente inútil, tanto desde el punto de vista práctico como constitucional.

Tigre de papel

¡Cuánta tinta no se ha gastado en este país, e incluso en el mundo, para justificar las políticas de “moderación” y de colaboración de clases con el “cuco” del  avance del “fascismo”.  Este tema fue manipulado por los “demócratas” con toda alevosía para imputarles a las masas una tendencia “natural” al autoritarismo, como si el régimen democrático no fuera él mismo autoritario cuando se trata de atacar a los explotados, y no prohijara él mismo a todos los fascistas. Rico y Bussi fueron presentados como poco menos que imparables. El desguace del Modin, que por otra parte ha tenido numerosas manifestaciones anteriores, es una prueba irrefutable de la inconsistencia de aquella opinión y de su evidente mala intención.

Rico acaba de justificar su mercadeo con Duhalde en la necesidad que tiene el Modin de ocupar cargos públicos para poder progresar, prebendas y corruptelas mediante, ya que su caudal electoral había llegado a un techo. El carapintada ya dijo que pretende ingresar al gabinete luego de mayo del ’95. Mientras tanto, ha recibido la promesa de dos puestos en el Banco Provincia y de otros cargos en el futuro Consejo Económico y Social, y como adelanto, un riquista ha sustituido a Albamonte en la presidencia de la comisión parlamentaria que sigue los asuntos de seguridad. El trofeo mayor, sin embargo, tiene que ver con la creación de nuevos municipios, cuyos límites jurisdiccionales deberán coincidir, en algunos casos, con las zonas de mejores resultados electorales del Modin.

El desguace del Modin es un dato político importante porque ha agotado rápidamente la experiencia de una tentativa nacionalista, que incluso llegó a contar, si no con el apoyo, sí con la simpatía de un sector de la izquierda que en 1989 había votado por Menem.

A los oponentes de Rico no les aguarda un futuro mejor que a los que con anterioridad se fueron del Modin, como Barreiro o Venturino. El grupo del carapintada Polo sólo se separó de Rico a la hora de definir el voto, antes había participado en todo el enjuague que habilitó la convocatoria del plebiscito. Como el Modin se formó en gran medida como resultado de emigraciones que se produjeron en el peronismo, su desguace representa un segundo golpe para el nacionalismo verborrágico y reaccionario. El hecho de que un 40 por ciento del electorado del Modin votara por el No el domingo pasado es un factor adicional de disgregación del electorado tradicional del peronismo.

Frente de Izquierda

La limitación principal de la victoria de Duhalde en el plebiscito es su precariedad, ya que no responde a ninguna modificación en la grave situación de la provincia y del país, y porque se ha obtenido a un elevado “precio” presupuestario. Simultáneamente con la realización del plebiscito, el gobierno tuvo que “romper” con el FMI ante la imposibilidad de cumplir con los cacareados objetivos de “equilibrio fiscal”. Es decir que la base del proceso político nacional se deteriora sistemáticamente, lo cual oportunamente deberá hacer saltar incluso las experiencias de arbitraje más exitosas.

El reforzamiento de las tendencias de crisis y de rebelión popular son el marco que debe tener en cuenta cualquier política antiimperialista, obrera o socialista. Los giros en diferentes sentidos de los resultados electorales son factores episódicos con relación al proceso tomado en su conjunto. Teniendo en cuenta esto es que se plantea de un modo objetivo la necesidad de la unidad de acción y de política de las organizaciones populares. La bancarrota del Frente Grande y su pasaje más o menos abierto a la política oficial, demuestran que no puede ser canal de ese frente y que incluso ha fracasado en su propósito de convertirse en factor de recambio para el propio imperialismo.

La necesidad de un frente de izquierda está determinada por la propia situación política. Esta misma situación determina la necesidad de llamar a las organizaciones obreras que encabezaron la Marcha Federal a que rompan con la burguesía y retomen la Marcha Federal y el llamado a un paro activo por un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, por una jornada de ocho horas, la derogación de los convenios de flexibilización laboral, el aumento reclamado por los jubilados, la defensa del Conicet y contra los despidos y privatizaciones de la CNEA, la defensa de las obras sociales contra la privatización de la salud, la defensa del presupuesto del Pami, la derogación de la arancelización de la educación y de su privatización; la oposición a la aprobación del proyecto de ley de presupuesto que centraliza todas estas iniciativas antipopulares para posibilitar el pago de la deuda pública a los usureros capitalistas.

El plebiscito del domingo pasado demuestra que no puede haber una oposición al menemismo que no sea la expresión independiente de los explotados. La oposición patronal ha mostrado sus limitaciones insalvables y la burguesía ha señalado que no ha llegado para ella el momento del recambio, sino de la ratificación del menemismo. Estas circunstancias explican la impotencia del radicalismo y del Frente Grande, al igual que la división del Modin e incluso de la UCR.

Es la hora de un frente de izquierda y de una segunda edición, aumentada, corregida y superadora, de la Marcha Federal.